viernes, 1 de mayo de 2020

VIERNES 8 DE MAYO


VIERNES  8 DE MAYO

¡Buenos días!!! 


¿Y vosotr@s? ¿Cómo trabajáis? 
Llegar a trabajar poniendo el corazón en lo que hacemos
 es la mayor aspiración para ser felices y además 
nos ayuda a disfrutar y a realizar bien todo lo que hagamos.

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Corregimos, del día anterior, los tipos de novelas:
El Mago de OZ = Novela de aventuras
Sherlock Holmes = Novela policial
Star Wars = Novela de ciencia ficción
Don quijote = Novela de caballerías
Drácula = Novela de terror
Harry Potter = Novela fantástica
Romeo y Julieta = Novela romántica
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                      ¡¡¡HOY NOS TOCA LECTURA!!!

El mejor corto del mundo para que os animéis a leer. ¡Es precioso!
Pincha el enlace: https://youtu.be/G_Slr_-mO_w


PRESTA ATENCIÓN AHORA. ESTO ES MUY IMPORTANTE

TRABAJO  FINAL  DE   CURSO   “LA BUENA SUERTE”

Para finalizar este curso en Lengua, tendréis que presentar un trabajo sobre el libro de La Buena Suerte. Para ello después de leerlo detenidamente y con profunda atención, tenéis que escribir un guion teatral siguiendo las pautas:

Introducción, actos, diálogos y acotaciones



El trabajo tiene 2 partes:
1º- Lectura del libro y escritura del guion (hay que hacerlo en ordenador y mandarlo al correo de tu tutora el 29 de mayo). Si lo tienes antes lo puedes mandar.
El guion no debe de tener más de dos páginas (con letra grande, que se vea bien).
Puede ser a modo resumen o puede ser de un capítulo.
En él, tienen que aparecer los personajes principales de la historia del trébol mágico dando vida a tu guion. Hay que hacerlo en Word.
2º- Cuadro con las 10 reglas de la Buena Suerte. 
Este cuadro te servirá para decorar tu habitación y recordar en momentos difíciles lo que supone TENER BUENE SUERTE. Mi consejo es que lo hagas poco a poco, según vayas leyendo los capítulos. Así lo podrás decorar y realizar con "corazón". 
Cuando lo tengas le haces una foto y la incorporas a tu guion añadiendo una 3ª página para finalizar tu trabajo. 
3º- Puesta en escena del trabajo realizado (video corto con representación del guion ya escrito)
Puedes disfrazarte y preparar algún escenario y hacer un sencillo video, o simplemente hacer un PowerPoint con fotos tuyas disfrazado y los diálogos a modo de comic. 

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LA BUENA SUERTE ( CONTINUACIÓN) ¡A LEER!
La Dama del Lago
El cuarto día amaneció más frío que de costumbre. Nott subió a su caballo después de comer algunas bayas. No podía parar de pensar en la información que le había dado el Gnomo el día anterior.
Sabía que no podía fiarse de que dijera la verdad. Pensar así no le conducía a ninguna parte, pero le tranquilizaba. Decidió dedicar el día a encontrar a alguien que pudiera desmentir la información que le había dado el Gnomo. Eso pondría de nuevo la suerte en sus manos.
Después de cabalgar durante más de cinco horas, el caballero Nott divisó a lo lejos, entre la espesura del bosque, un gran lago. Como tenía sed e imaginaba que su caballo también estaría sediento, decidió acercarse.
El lago era muy bello. Estaba lleno de nenúfares con flores amarillas y blancas. Bebió un poco y se sentó junto a la orilla, mientras su caballo bebía ansiosamente. De pronto, una voz detrás de él le sobresaltó:
—¿Quién eres? —Era una voz femenina; dulce, pero a la vez profunda. Era la Dama del Lago.
Nott había oído hablar de ella. Pronto se dio cuenta de que de ella podría obtener información importante para su crucial misión.
—¿Qué hacéis tú y tu negro caballo junto a mi lago? Ya habéis bebido. Ahora, ¿qué queréis? Estáis despertando a mis nenúfares. Y esta es su hora de sueño. Mis nenúfares duermen por el día y cantan por la noche. Si los despertáis, esta noche no cantarán. Su canto evapora el agua del lago durante la noche. Si los nenúfares no cantan, el agua del lago no se evapora; si no se evapora agua, el lago se desborda, y si el lago se desborda, muchas flores, plantas y árboles morirán ahogados. ¡Cállate, cállate y desaparece! ¡No despiertes a mis nenúfares!
—¡Alto, alto! —la interrumpió con vehemencia. Me iré enseguida. Solamente quiero hacerte una pregunta. Tú, Dama del Lago, tú que proporcionas agua a todo el Bosque Encantado, dime: ¿dónde crecen los tréboles en este bosque?
La dama comenzó a reír. Eran carcajadas tristemente burlonas. Cuando dejó de reír, se puso seria y afirmó:
—¡En este bosque no pueden crecer tréboles! ¿No ves que el agua que reparto desde aquí llega a todas partes por infiltración? No sale de mí a través de arroyos o ríos, sino que se filtra por el lecho del lago y llega a todos los rincones del Bosque Encantado. ¿Acaso has visto charcos en alguna parte del bosque? Los tréboles necesitan mucha agua. Precisan un arroyo que se la proporcione continuamente. Jamás encontrarás un trébol en este bosque.
Nott estaba harto de oír la misma cantinela. Muy serio y pensativo se preguntó qué estaba pasando. Empezaba a creer que tal vez a él nunca le llegaría la suerte. Eso le provocaba un miedo más intenso que el que sintió el día anterior, después de hablar con el Gnomo.
Empezó a odiar a la suerte. Era algo abominable. Lo más deseado, y también lo más inaccesible del mundo. Y no podía soportar ese sentimiento. Esperar la suerte le deprimía, pero era lo único que podía hacer. Porque… ¿qué alternativa tenía?
Así pues, Nott montó en su caballo, cabalgó el resto del día y vagó sin rumbo fijo por el Bosque Encantado, con la esperanza de tener la suerte de dar con el Trébol Mágico de cuatro hojas…
Ese día, el caballero Sid se había levantado un poco más tarde que el día anterior. Había acabado de renovar la tierra al anochecer, así que decidió dormir una hora más.
Mientras comía unas manzanas, que compartió con su caballo blanco, pensó qué haría ese día.
“Ya tengo la tierra”, se dijo; “ahora necesito saber cuánta agua necesita. La probabilidad de que haya escogido el lugar correcto es mínima, lo sé. Pero si finalmente este fuera el lugar elegido... entonces tendré que ocuparme de que la tierra reciba la cantidad de agua necesaria”.
No lo dudó un instante. Era bien sabido por cualquiera que la Dama del Lago era, de todos los habitantes del Bosque Encantado, la única que disponía de agua.
Le costó un poco encontrarla. Llegó al lago justo unos minutos después de que Nott se hubiera ido de allí. A Sid le sorprendió desde un primer momento que los alrededores del lago estuvieran secos y que no partiera de allí ningún riachuelo. Así que le preguntó con curiosidad a la Dama:
—Decidme, señora, ¿por qué no sale agua del lago? De todos los lagos nacen arroyos o ríos.
—Porque en mi lago no hay continuidad. No hay ríos que partan de mí. En mí, solamente cae agua. Solo la recibo, y ningún arroyo brota de mi seno. Por eso tengo que vivir siempre pendiente de que los nenúfares duerman para que puedan cantar durante la noche. Durante el día no duermo para velar su sueño, y durante la noche sus cantos no me dejan dormir. Vivo esclava de mi agua. Por favor, márchate y no despiertes a mis nenúfares.
Sid se dio cuenta entonces de que lo que el lago tenía en abundancia era, precisamente, lo que a él le hacía falta: agua.
—Yo puedo ayudarte —le propuso Sid—. Si me das permiso, abriré un surco en tu orilla para que un arroyo nazca de ti, y lograré así que el agua no se acumule en tu seno. No haré ningún ruido. Sencillamente abriré un surco en la tierra y el agua saldrá de tu lago. De esta forma, no tendrás que preocuparte más por los nenúfares. Podrás dormir siempre que lo desees.
La Dama del Lago se quedó pensativa. Después, accedió:
—De acuerdo. Pero no hagas ruido —de inmediato la Dama del Lago desapareció, ante el asombro de Sid.
Sin esperar un instante, improvisó con su espada un arado que colgó de la parte trasera de su caballo. Cabalgó de nuevo hacia el terreno escogido. A medida que cabalgaba, la espada labraba un surco, que el agua llenaba, liberando al lago de su pesada carga. El agua llegó hasta la tierra fresca y fértil.
Se puso a dormir junto al espacio que había creado. Reflexionó sobre lo ocurrido y recordó lo que siempre le había dicho su maestro: la vida te devuelve lo que das. Los problemas de los demás son a menudo la mitad de tus soluciones. Si compartes, siempre ganas más.
Sid, con la cabeza apoyada en el suelo, pues intentaba conciliar el sueño, miraba con esperanza su porción de tierra fértil regada por el arroyo. Una noche más, visualizó como el Trébol Mágico brotaba y crecía. Esa noche, la imagen del trébol en su mente aparecía más nítida y real que la noche anterior. Eso le hacía feliz.
La oscuridad lo envolvió. Solamente quedaban tres noches.

La Secuoya, Reina de los Árboles
A la mañana siguiente, Nott, el caballero de la negra capa, se levantó bastante desanimado. Si hacía caso a la información del Gnomo y de la Dama del Lago, estaba, como se dice vulgarmente, perdiendo el tiempo. ¿No sería vano su empeño? El caballero Nott pensó en regresar. Sin embargo, el viaje hasta el Bosque Encantado había sido largo y, ya que estaba ahí, optó por quedarse hasta el séptimo día. Quizá finalmente encontraría a alguien que le dijera dónde encontrar el Trébol Mágico de cuatro hojas.
De pronto cayó en la cuenta de que no había ido a hablar con la Secuoya, el primer habitante del Bosque Encantado. Ella sabría algo.
—Secuoya, Reina de los Árboles, ¿puedes hablar? Seré breve —dijo Nott—. He sabido que es posible que dentro de tres noches crezca en el Bosque Encantado el Trébol Mágico de cuatro hojas. Tú que vives en el bosque desde que este existe: ¿es cierto que jamás ha crecido un trébol aquí?
—Es cierto. Nunca ha nacido un trébol en el Bosque Encantado. Y aún menos un Trébol Mágico de cuatro hojas. Nunca en estos mil años. Nunca.
Nott se sintió verdaderamente deprimido. Era el tercer habitante del bosque que le decía que no habría suerte para él. Estaba tan obsesionado con tal realidad que no podía ver más allá. Realmente, escuchar a otros decir lo que uno ya sabía no conducía más que a reafirmarse en la propia evidencia. Cualquier persona que, como Nott, esté obsesionada por saber si hay o no tréboles en el bosque no podrá pensar más allá de eso. No tomará conciencia de que es necesario hacer algo al respecto. Por eso, Nott estaba tan abatido, se sentía víctima, se sentía utilizado, engañado. Se encontraba en una situación en la que no veía ninguna posibilidad de éxito…
El caballero Sid se levantó aquella mañana más satisfecho que la anterior. Observó alegre todo lo que llevaba realizado: tierra fértil y agua abundante. Si el lugar en que debía nacer el Trébol Mágico era aquel, necesitaba saber entonces qué cantidad de sol y de sombra necesitaría.
Sid era un caballero y no un experto en jardinería, así que tendría que hablar con alguien sabio que supiera de plantas y árboles. Pero ¿con quién? De pronto se le ocurrió:
—¡Secuoya! Es el árbol más sabio del bosque. ¡Ella sabrá cuánto sol necesita un trébol!
Sid cabalgó hasta el corazón del Bosque Encantado. Descendió de su corcel y se dirigió al árbol, como poco antes había hecho Nott.
—Distinguida Secuoya, Reina de los Árboles. ¿Deseas hablar? Mi pregunta es muy sencilla: ¿cuánto sol necesita un trébol para crecer, contando con que tenga tierra nueva y agua suficiente?
—Hummmmmm —meditó la Secuoya. Necesita igual cantidad de sol que de sombra. Pero no encontrarás ningún lugar así aquí. Este bosque es todo sombra, como habrás podido observar. Por eso nunca ha nacido aquí un trébol. Esa es la respuesta a tu pregunta. Hasta pronto.
Pero el caballero Sid no se desanimaba fácilmente.
—¡Espera, espera! Solo una pregunta más, te lo ruego. Tú que eres la Reina de los Árboles, ¿me permites eliminar algunas ramas de alguno de tus súbditos? ¿Tengo tu permiso?
La Secuoya contestó:
—No te hace falta mi permiso. Solamente tienes que eliminar las ramas muertas y las hojas secas.
—¡Gracias! ¡Muchas gracias, majestad! —contestó Sid.
El caballero de la capa blanca cabalgó raudo hasta el lugar donde renovó la tierra e hizo llegar el agua. Pero era ya bastante tarde. ¿Y si despejaba las copas de los árboles al día siguiente?
Podía ahora descansar y dedicaría el último día a podar los árboles. Sid recordó uno de los consejos que siempre le había ido mejor: “Actúa y no postergues”. Era cierto que no había nada más que hacer y que tenía todo el día siguiente para eliminar ramas. Pero si lo hacía en aquel momento, dispondría de un día más, y disponer de un día más podía ser útil. Así pues, aprovechó las pocas horas de luz que le quedaban para podar las ramas.
Sintió que disfrutaba con lo que estaba haciendo, que se divertía, que se apasionaba y que todo aquello tenía un sentido, fuese cual fuese el resultado final.
Una noche más, Sid visualizó su Trébol Mágico. No podía explicarlo, pero cuanto más sabía acerca de cómo crear las condiciones para que naciera un Trébol Mágico, menos le preocupaba si el suyo sería el lugar elegido por el trébol para crecer.
Por fin oscureció. Solamente quedaban dos noches.

Ston, la Madre de las Piedras
Durante el sexto día, Nott se dedicó a vagar apesadumbrado por el Bosque Encantado. Realmente no pensaba que fuera a encontrar ningún trébol, pero tampoco quería volver solo al castillo real. Puestos a hacer el ridículo, prefería hacerlo en compañía de Sid.
Además, le costaba tanto reconocer su fracaso que optaba por responsabilizar de este a otras personas. “Soy víctima de un error o de un engaño de Merlín”, se decía.
El sexto día fue el más aburrido de cuantos pasó Nott en el bosque. A pesar de que logró cazar bastantes animales raros y se topó con plantas extrañas, no ocurrió nada relevante…
Por su parte, Sid comprobó al levantarse que el trabajo de la noche anterior había dado buenos resultados. Vio un espectáculo muy bello: la niebla se levantaba y daba paso a unos dorados rayos de sol que iluminaban la tierra que puso el primer día en el bosque. Comprobó entonces, para su gran satisfacción, que el sol y la sombra penetraban por igual en cada uno de los palmos de aquella tierra nueva. Se sentía verdaderamente orgulloso.
Era el último día, así que había que decidir bien en qué emplearlo. Ya que había hecho lo que consideraba necesario, lo inteligente era descubrir si faltaba algo por hacer. Como él decía, el vaso estaba medio lleno. Ahora había que saber cómo llenarlo del todo, por si hubiera acertado con el lugar en el que iba a nacer el Trébol Mágico, tal y como había predicho Merlín.
Tierra, agua, sol..., pero ¿qué más podía faltar?
Así pues, se pasó el sexto día preguntando a todos los seres que fue encontrando por el bosque qué es lo que podía faltarle a la tierra, además de la sombra, el sol y el agua, para que naciera un trébol de cuatro hojas. Pero nadie supo decirle qué era lo que faltaba.
Era ya mediodía y no se le ocurría a quién más podía preguntar. Necesitaba inspiración, perspectiva. Así que se le ocurrió ir al punto más elevado del bosque, para comprobar si desde allí veía algo que le permitiera saber si le faltaba algo más por hacer. “La perspectiva, la distancia, tener el horizonte a la vista… siempre dan ideas útiles e inesperadas”, pensó.
Todos los caballeros sabían que el punto más elevado del bosque era el Peñasco de los Peñascos, pero al llegar allí se dio cuenta de que era altísimo. Quedaba solo medio día para que acabara el plazo que Merlín les había dado. ¿Tenía sentido subir? Aunque le llegara la inspiración, tampoco tendría demasiado tiempo para hacer algo.
Aun así, decidió subir. ¿Por qué? Sencillamente porque pensó en lo que ya había hecho y el trabajo y la dedicación que había invertido. Partiendo de lo que ya había logrado, quizá fuera aconsejable y bueno trabajar hasta el final, para saber si aún faltaba algo por hacer.
Escaló la montaña. Empezó a notar la suave brisa que llegaba lejos del nivel del suelo, al elevarse. Finalmente alcanzó la cima. Se sentó y empezó a otear el horizonte en busca de inspiración. Nada.
De pronto, una voz le sobresaltó. Salía de... ¡de la roca que pisaban sus pies! Era Ston, la Madre de las Piedras.
—¡Me estás aplastando!
—¿Una roca que habla? ¡Lo que me faltaba por encontrar!
—No soy una roca que habla: soy Ston, la Madre de las Piedras —puntualizó, visiblemente molesta—. Supongo que tú debes de ser el caballero que anda buscando el... ¡ja, ja, ja...! el Trébol Mágico.
—¿Eres de veras la Madre de las Piedras? Entonces... no entenderás mucho de tréboles, ¿verdad?
—Evidentemente, no entiendo mucho de tréboles, pero algo sé —le contestó—. Donde haya piedras no pueden crecer los tréboles de cuatro hojas.
Aquella pequeña apreciación —lo que necesitaba un trébol de cuatro hojas—, que hubiera parecido banal para muchos, no lo fue para Sid. Él sabía que, a menudo, los elementos clave solamente se descubren en los pequeños detalles. En lo obvio, en lo ya conocido, difícilmente se encontraba la respuesta a lo aparentemente innecesario, pero imprescindible.
—¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¡Mil gracias! Me voy, apenas me queda tiempo.
Sid bajó apresuradamente el Peñasco de los Peñascos. Tenía que correr a toda velocidad hasta la zona escogida: ¡No había quitado las piedras de su parcela de tierra!
Al llegar, quedaban todavía dos horas de luz. Sid quitó todas las piedras una a una. Si por casualidad la zona escogida por él era el lugar donde iba a nacer el Trébol Mágico, este nunca hubiera crecido a causa de las piedras.
Sid se dio cuenta de que en los pequeños detalles se hallaba información clave. Aun cuando todo pareciera hecho y no quedara más por hacer, si uno mantenía la actitud adecuada, si se estaba dispuesto a saber si faltaba algo más por hacer, siempre se encontraban pistas que encauzaban por el buen camino.
Una noche más se puso a dormir junto al espacio que había creado. Y una noche más se imaginó al bello Trébol Mágico en todo su esplendor, en el centro de la tierra que él había preparado, iluminado, regado y limpiado de piedras.
De todos modos, al día siguiente lo sabría. De eso también estaba seguro.
Llegó la oscuridad. Solamente quedaba una noche. La víspera del día en que tenía que nacer en el Bosque Encantado el Trébol Mágico de cuatro hojas, el trébol de la suerte ilimitada.

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Como lo habéis hecho muy bien, os dejo un regalo.
Son puntos de lectura para colorear y poder utilizarlos después.


¡¡¡BUEN FIN DE SEMANA!!!!



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